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"Piedras sobre piedras" Sala de Arte Sidor, 2003
Como piedras arquetípicas
El arte evoca, de manera simbólica, las formas arquetípicas del universo. El artista interpreta los signos de la naturaleza visible e invisible y va ordenando su propio mundo impulsado por su capacidad de ver –soñar y sentir- el más allá de las cosas y los seres. Interpreta y crea, reúne lo esencial, lo selecciona para después destacarlo y como un arqueólogo de la creación va haciendo contacto con todo lo visto y soñado. Ordena sus impresiones sensoriales. Intenta, prueba la construcción de un orden cosmogónico, de un mundo simbólico que aspira la totalidad y universalidad. Su arte crea un todo armónico, metafísico, trascendental, donde la sustancia con la que trabaja incansablemente, día y noche, desde los territorios del sueño y la vigila, se convierte en concepto, en símbolo. Así, materia y forma, sustancia e idea, son un único e indisoluble acto de trascendencia.
Las formas que construye con arcilla Irma Antonorsi nos llevan a imaginar una arqueología metafísica de las piedras. No las talla: las crea, las diseña tal vez recordando las piedras del Origen, de la Creación. Como una alquimista del barro va trasmutando en símbolos el significado de sus visiones no para darnos testimonio de la existencia física de las piedras, sino para descubrirnos el sentido sagrado que ellas tienen para nosotros. Para Irma las piedras poseen almas y pueden transformarse en pez, serpiente, murciélagos, soles y lunas, constelaciones y cántaros. Su arte no es una explicación de la mimesis: comprende una interpretación tanto de lo que existe en el mundo real del hombre como de sus sueños y de sus capacidades espirituales. La artista nos revela las formas diversas y metafóricas de las piedras del infinito. Nos presenta una simbología de las piedras del Edén: ¿O acaso son piedras soñadas en las comarcas míticas del Orinoco? ¿O figuras petrificadas de un jardín perdido?
Tal vez su arte sólo trata de una visión poética de la Creación. O sugiere evocaciones de las piedras del Paraíso bíblico. O conchas de los estuarios del Cielo. O restos de los cauces de los ríos de la imaginación. O simplemente sus piedras son vasijas, o totumas o maracas de una tierra arcádica cuyas quimeras deslumbraron los ojos de quien ve piedras en todo lo que mira.
En la cosmogonía imaginaria, poética y hermética de Irma Antonorsi las piedras cuentan la historia mítica de la Creación. Con barro le da forma a lo que adquiera un alma. Con barro y fuego reinterpreta los símbolos sagrados del hombre (El lagarto repta buscando la sabiduría que está en el Cáliz, pero el Cáliz es un recinto sagrado donde residirá la Luz de los sueños). Esas piedras encierran cierta simbología para pensar en el macrocosmos. Sus diseños recuerdan mucho a las “piedras de las serpientes” de los celtas, para quienes las piedras eran símbolos de la verdad simple escondida en la complejidad terrenal. Tal vez son piedras mandalas que evocan el laberinto del universo o runas misteriosas venidas de otros lares lejanos, o signos de una escritura indescifrable. Quizás son piedras cabalísticas que vinieron del cielo y por eso apuntan a lo celeste, como indicándonos que lo que es arriba, es abajo. O menhires para ofrendar a los dioses. O piedras de las cúpulas de los templos de los primeros tiempos.
En fin, a diversas figuras se parecen esas piedras que no son piedras. A la luz de la imaginación se pueden encontrar diferentes analogías e interpretaciones. Lo cierto es que las piedras de Irma Antonorsi son imágenes poéticas que se despliegan ante nuestros ojos asombrados para luego revelarnos el sentido cósmico y simbólico de nuestros orígenes.
Néstor Rojas
"Piedras sobre piedras" Sala de Arte Sidor, 2003
Como piedras arquetípicas
El arte evoca, de manera simbólica, las formas arquetípicas del universo. El artista interpreta los signos de la naturaleza visible e invisible y va ordenando su propio mundo impulsado por su capacidad de ver –soñar y sentir- el más allá de las cosas y los seres. Interpreta y crea, reúne lo esencial, lo selecciona para después destacarlo y como un arqueólogo de la creación va haciendo contacto con todo lo visto y soñado. Ordena sus impresiones sensoriales. Intenta, prueba la construcción de un orden cosmogónico, de un mundo simbólico que aspira la totalidad y universalidad. Su arte crea un todo armónico, metafísico, trascendental, donde la sustancia con la que trabaja incansablemente, día y noche, desde los territorios del sueño y la vigila, se convierte en concepto, en símbolo. Así, materia y forma, sustancia e idea, son un único e indisoluble acto de trascendencia.
Las formas que construye con arcilla Irma Antonorsi nos llevan a imaginar una arqueología metafísica de las piedras. No las talla: las crea, las diseña tal vez recordando las piedras del Origen, de la Creación. Como una alquimista del barro va trasmutando en símbolos el significado de sus visiones no para darnos testimonio de la existencia física de las piedras, sino para descubrirnos el sentido sagrado que ellas tienen para nosotros. Para Irma las piedras poseen almas y pueden transformarse en pez, serpiente, murciélagos, soles y lunas, constelaciones y cántaros. Su arte no es una explicación de la mimesis: comprende una interpretación tanto de lo que existe en el mundo real del hombre como de sus sueños y de sus capacidades espirituales. La artista nos revela las formas diversas y metafóricas de las piedras del infinito. Nos presenta una simbología de las piedras del Edén: ¿O acaso son piedras soñadas en las comarcas míticas del Orinoco? ¿O figuras petrificadas de un jardín perdido?
Tal vez su arte sólo trata de una visión poética de la Creación. O sugiere evocaciones de las piedras del Paraíso bíblico. O conchas de los estuarios del Cielo. O restos de los cauces de los ríos de la imaginación. O simplemente sus piedras son vasijas, o totumas o maracas de una tierra arcádica cuyas quimeras deslumbraron los ojos de quien ve piedras en todo lo que mira.
En la cosmogonía imaginaria, poética y hermética de Irma Antonorsi las piedras cuentan la historia mítica de la Creación. Con barro le da forma a lo que adquiera un alma. Con barro y fuego reinterpreta los símbolos sagrados del hombre (El lagarto repta buscando la sabiduría que está en el Cáliz, pero el Cáliz es un recinto sagrado donde residirá la Luz de los sueños). Esas piedras encierran cierta simbología para pensar en el macrocosmos. Sus diseños recuerdan mucho a las “piedras de las serpientes” de los celtas, para quienes las piedras eran símbolos de la verdad simple escondida en la complejidad terrenal. Tal vez son piedras mandalas que evocan el laberinto del universo o runas misteriosas venidas de otros lares lejanos, o signos de una escritura indescifrable. Quizás son piedras cabalísticas que vinieron del cielo y por eso apuntan a lo celeste, como indicándonos que lo que es arriba, es abajo. O menhires para ofrendar a los dioses. O piedras de las cúpulas de los templos de los primeros tiempos.
En fin, a diversas figuras se parecen esas piedras que no son piedras. A la luz de la imaginación se pueden encontrar diferentes analogías e interpretaciones. Lo cierto es que las piedras de Irma Antonorsi son imágenes poéticas que se despliegan ante nuestros ojos asombrados para luego revelarnos el sentido cósmico y simbólico de nuestros orígenes.
Néstor Rojas
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